Relatos viajeros: de cuando me partí la espalda en Argentina

Voy a seguir relatando historias que me han acontecido y que creo que merecen la pena. Ya os hablé en su día de cuando me asaltaron en Buenos Aires.

Ahora os voy a contar, también de la época en que viví en Buenos Aires, cómo me rompí la espalda.

Resulta que a mi me gustan las motos. Mucho. Y desde los 16 años había estado jugando con ellas. Primero una vespa 75, trucada a 125 cc con un kit Polini que era un tiro ….. después con una Morini 250 cc, una preciosidad ….

Pues bien, tanta moto me dio algún que otro susto, un par de caídas, y el darme cuenta de que ya no tenía edad. El que mi hermano tuviera dos accidentes graves con ellas tampoco ayudó (ahora tiene varias placas metálicas en su brazo).

Y viviendo en la Argentina, con el tráfico tan criminal que tiene (están locos estos porteños …. :), pues lo de la moto era una muy mala idea.

Así que me decidí a aprender a montar a caballo, que era casi lo mismo, pero más seguro. Y que mejor lugar que Buenos Aires, con su tradición hípica. Me apunté al Club Hípico de BsAs y empecé las lecciones. Poco a poco, empecé paseando, otro día trotando, y así.

Hasta que un día, me dejaron un caballo nuevo, y me puse a cabalgar un poquito con él. Pero no estaba cómodo, le azuzaba, empezaba a cabalgar, y como no me encontraba bien en la silla, le paraba. Y vuelta a empezar, paseo, trote, cabalgada, y parar.

Y al de cuatro o cinco veces el caballo, posiblemente harto de mis cambios de ritmo, paró de golpe haciendo un quiebro para desmontarme.

Y eso es todo lo que recuerdo. La siguiente imagen es en el suelo, estirado completamente, y con gente a mi alrededor. Avergonzado, empiezo a mover las piernas, notando el cuerpo dolorido. Pero una de las monitoras (bendita sea) me dijo:

– Mejor no te movés nada, che, te vi caer y no me gustó la forma en que lo hiciste (hisiste ….) …..

Y en cuanto oí eso me pareció una muy buena recomendación y desde ese momento no moví ni un músculo. Nada.

Llegó la ambulancia. El camillero pregunta por mi seguro. Le digo que en el coche, que ya arreglaríamos después. Me dice que no, que necesita el seguro. Dejo las llaves a uno de los presentes y me van al coche a por los papeles y la tarjeta del seguro. Lo comprueban y deciden llevarme al hospital ….

El camillero, al verme pesadito (pesaba unos 76 kilos), pone la camilla al lado, y me pide que me desplace unos centímetros sobre ella. Le digo que ni por el forro, que no muevo ni un músculo, que para eso he pedido una camilla. Es muy extraño enfadarse mientras estás tirado en el suelo sin moverte ……

A regañadientes, me suben entre dos a la camilla y me llevan a un hospital.

Al llegar, siempre en la camilla y tenso como un palo sin moverme, me llevan a rayos X. Me hacen una radiografía y el listo del de los rayos me dice que me puedo mover, que él no ve nada. Yo le pongo cara de que espero un poco al médico, y me mira de vuelta con cara de «vaya miedica».

Llega el médico, ve la radiografía, pone cara rara, y me dice que me van a hacer un escaneo de esos de cuerpo entero en un túnel de esos modelnos …. que no se quedaba tranquilo solo con la radiografía, que algo no le acababa de gustar. Me escanean (sigo sin moverme), y al de unos minutos, el médico se me acerca, me toca los dedos de los pies, me dice si los siento (yo los siento, gracias a dios) y me dice que tengo una vértebra lumbar rota de lado a lado. Pero con un corte tan limpio, que van a esperar un par de días a ver si hay que operar o no hace falta.

En este punto, yo estoy como un flan Dhul, como os imaginaréis.

A partir de entonces, cinco días de observación, sin moverme, para ver cómo se comporta la fractura de la vértebra, si realmente se mantiene tan bien como parece. En cama sin moverme ni un milímetro, no puedo dormir apenas porque me da paranoia la idea de moverme mientras duermo. Por suerte, todo fue bien, y no hubo necesidad de operación.

Después, tres meses con una escayola de medio cuerpo, con poca movilidad, sin salir de casa, y teniendo que recostarme después de cada comida (no podía respirar, al comer el estómago se hinchaba un poco y no había espacio en la escayola ….) o después de andar más de 15 metros.

Tras esos tres meses, la celebración: una ducha de cuerpo entero que me sentó como la gloria (con la escayola usaba toallitas y cosas del estilo), un par de meses de ejercicios de rehabilitación y nuevo como antes. Incluso mejor, porque perdí peso.

Así que todo acabó en nada, y todavía sigo agradecimiento eterno para la monitora de la escuela de hípica que me recomendó no moverme y para el médico que, a pesar de parecer evidente que no tenía nada, hizo un esfuerzo extra para estar cien por cien seguro. Y gracias a ello me salvó de acabar en una silla de ruedas.

Ahh, tras esto dejé los caballos y me compré una moto, por supuesto …. pero eso es para otro día ….

13 comentarios en «Relatos viajeros: de cuando me partí la espalda en Argentina»

  1. A mi me paso algo parecido, mis primos hacían salto, y yo montaba a los caballos de vez en cuando. Y chulo de mi y viendo que parecía tan facial me decidí a saltar. No me pasó lo mismo que a ti, pero acabé en el mismo sitio.

    Perdona si te sentó mal lo de tweeti ;D

  2. Te haces viejete Edu… Esas historias que te encanta contar… Dentro de poco ya añadirás un platillo volante al lado del camillero… Jajaja

    Qué poca seriedad… Me uno a los que dicen que suerte que quedaste bien :). Por cierto, para cuando un(a) BMW?

  3. La verdad, la vida en Argentina es tan bizarra que creo que te quedás corto con los detalles.
    Igualmente no hay forma de aburrirse porque nunca sabés que te depara el día!

    Genial tus aventuras.

  4. Al menos lo podés contar. Me parece patético estar en un país extraño y vivir esa odisea, aunque supongo que para un aventurero debe ser, al pasar el tiempo, algo interesante para recordar y contar.

Los comentarios están cerrados.