Muerte en Singapur, un libro por entregas

Aprovechando que soy una mente dispersa, he decidido escribir una novela. El titulo es «Muerte en Singapur» y la voy a escribir por entregas. Cada una de esas entregas será un email enviado los foros de hombrelobo, donde podréis comentarla y seguir su evolución.

Por ahora sólo tengo una idea general de lo que quiero contar, de la trama y de los personajes. Espero que se me vaya ocurriendo por el camino. Y que me ayudéis vosotros. El primer capítulo lo tenéis aquí mismo.

La intención es recuperar las novelas por entregas, al estilo de «Los cuatro mosqueteros» (salvando las distancias, enormes, por cierto) y hacer algo distinto, en este caso gracias a que podéis comentar los correos. Y que cuando la acabe (si la acabo), tenga un libro que pueda ser publicado. La licencia del libro, por ahora, es (c) Eduardo Pérez (un servidor), ya veremos luego si la cambio a otra licencia.

La novela también pretende ser un libro de viajes camuflado de novela negra, una aventura que sucederá en Singapur para poderos contar algunas de las cosas que me fascinan de ese país.

Os dejo el primer capítulo, pero recordar que los publicaré en los foros de hombrelobo, a los que os podéis suscribir fácilmente para recibir los mensajes en vuestro correo.







Muerte en Singapur – Capítulo 1



– ¿ A Singapur ? ¿ Mañana ? Pero … es que tengo que ir a casa, a preparar la cena de Navidad. Y además, yo nunca he estado en Singapur; ¿ no es mejor que vaya José Luis ? – dijo Alberto desesperado.

– No, ya te he explicado que José Luis no puede, y que alguien tiene que ir a la oficina lo antes posible. Estamos a punto de cerrar el mes y Chai, el contable de la oficina en Singapur, lleva cuatro días sin aparecer. Así que alguien tiene que ir urgentemente – respondió su jefe impaciente.

Al oír ese “alguien tiene que ir”, Alberto comprendió perfectamente quién era “alguien”. Llevaba solamente dos meses trabajando en el departamento de contabilidad de Zango, la famosa empresa Española de bisutería de moda. Y ahora que se acercaban las Navidades, y que tenían problemas en su oficina de Singapur, le había tocado el mochuelo, no había duda. De los cuatro que estaban en el departamento de contabilidad en Madrid era el más joven, y el único sin familia.

– Además, así conocerás a Lina – dijo el jefe de Alberto con una sonrisita.

– Si será falso … – pensaba Alberto.

Ahora le tocaba embarcarse a todo correr en un avión al otro lado del mundo, pero no a resolver nada, porque no tenía ni idea de qué era lo que tenía que hacer. Simplemente que su jefe, el Señor Rodriguez, como pedía que le llamaran, necesitaba mostrar que estaba haciendo algo para resolver el problema, y le enviaba a él. A ver si podía cerrar las cuentas antes de fin de año. Y si no podía, al menos serviría de chivo expiatorio. Genial.

El viaje a Singapur fue más tranquilo de lo que pensaba. Como todo el mundo estaba preparando las Navidades, el avión estaba relativamente vacío y pudo descansar en él. Al llegar al aeropuerto de Changi, en Singapur, un poco despistado con el cambio de hora pero razonablemente alerta, salió en busca del coche que habían enviado a buscarle. A ver dónde estaba ese cartel diciendo Alberto Urrutia.

Y entonces la vio, una morena con unas piernas eternas como flotando sobre unos zapatos de tacón imposible, una falda cortísima y una piel dorada que casi brillaba y la hacía irreal. Una mujer impresionante, un mujerón, como habría dicho su amigo Pedro allá en Madrid.

Alberto casi se tropieza tratando de mirarla sin mirarla, la maleta se le cruza, la mochila se le desequilibra. Ella le está mirando intensamente con ojos como cuchillos y eso le pone la carne de gallina. De pronto, se le acerca y le dice – ¿ Alberto ? –

Alberto casi tiene un infarto. Pero a pesar del torrente de hormonas que le estaba hirviendo por todo el cuerpo, su cerebro reacciona a tiempo de recordarle que sólo una persona en Singapur podría conocer su nombre, y que esa persona era Lina, de la oficina local de Zango.

– Sí, hola, tú debes de ser Lina – dijo intentando disimular todo lo que pudo.

– Sí, soy Lina, bienvenido a Singapur, ¿ es tu primera vez por aquí ? – dijo Lina con una voz suave pero ligeramente rota … una voz creada para seducir, y que estaba haciendo sudar a Alberto.

– Sí, la primera vez en Asia, de hecho. No sabía que vendrías a buscarme, pensaba que me enviaríais un chófer o un taxista – respondió Alberto.

– Bueno, en la oficina somos pocos, y cuando tenemos visitas de la central nos gusta ser hospitalarios. Además, con todo este lío de Chai, me viene bien para irte contando todo lo que ha pasado. O mejor, todo lo que no ha pasado. –dijo Lina mateniendo esos ojos negros y profundos clavados en él.

Salieron a la calle, en dirección al coche de Lina, un Toyota destartalado que estaba aparcado cuidadosamente en uno de los aparcamientos del aeropuerto. Y nada más salir Alberto sintió una ola de calor. Esta vez no era por culpa de Lina, no, sino por culpa de la temperatura exterior. Unos 35 grados calculó, perfecto para celebrar la Navidad. Desde luego, tenía que dejar de lado la idea de cenar sopa caliente este año.

Mientras se dirigían al hotel, y mientras Alberto hacía esfuerzos sobrehumanos para no mirar a las piernas de Lina, esta le contó lo que estaba pasando. Que no era mucho en realidad. Simplemente que Chai, el encargado de contabilidad de Zango en la oficina de Singapur no había aparecido en varios días. Habían intentado localizarle, le habían llamado a casa, al móvil, pero nada, no daba señales de vida.

Esto no habría sido un problema en otro momento, pero estaban cerca de las Navidades, y en Madrid querían cerrar las cuentas del año antes del 31 de diciembre. Y por eso le habían enviado. A cerrar el año.

Lina le contaba esto con aparente desinterés. Era obvio que a ella le parecía una tontería haberle enviado a él a resolver el problema. Según ella, en Madrid no se fiaban mucho de Chai, y era la excusa perfecta para meter mano a las cuentas y ver si todo estaba en orden. Llegaron al hotel donde se alojaría Alberto, el Meritus Mandarin, en Orchard Road, en el centro de la ciudad. Por la mente de Alberto pasaron rápidamente unas imágenes de lo que sería una noche de pasión y desenfreno con esa morena que tenía al lado, cosas que pasan por la cabeza de uno cuando se tienen 26 años. Pero era evidente que Lina no tenía la menor intención de pasar con él ni un minuto más de lo necesario, así que tras mirarle con esos ojos negros como puñales y dedicarle una sonrisa destructora, salió disparada en su Toyota.

Así estaba Alberto, solo en su habitación, probando un plato raro que no pudo terminar y pensando en que le habían enviado al otro lado del mundo para nada. Para hurgar en los papeles de un colega suyo del que no se fían, y para perderse las Navidades con su familia. De hecho, estaban ya a 22 de diciembre; en un par de días sus compañeros de Madrid estarían con sus familias comiendo pavo (es increíble lo mucho que hemos adoptado las costumbres estadounidense en España para parecer modernos) mientras él seguía dudando entre pedir laksa o mee goreng en la habitación del hotel.

Con estos pensamientos tan profundos, y tras leer un rato un libro que se había traído, enchufó la televisión y se puso a ver los canales locales. A intentar entender porqué la mujer que le había recibido tenia la piel morena y un cuerpo de cubana cuando él esperaba encontrar mujeres con ojos rasgados, piel porcelanosa y maneras delicadas. Y así terminó su primer día en Asia, mucho menos glamoroso de lo que explicaría a sus amigos a la vuelta.

[Continuará …]

4 comentarios en «Muerte en Singapur, un libro por entregas»

  1. menuda aventura escribir una novela espero que llegue a buen puerto pero los ánimos mejor los guardo para dentro de una temporada por si acaso te hacen falta.

  2. Felicitaciones por la iniciativa, una lectura muy amena y atrapa, yo le agregaría un poco más de imagenes, es decir de descripción de imagenes para ayudar a la imaginación que por algo se llama así, pero muy bueno el trabajo

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