Cantantes Ucranianos en un hotel de Ulsan, en Corea del Sur. Esa es la imagen que tuve ayer mismo, sentado en el bar de un hotel en Ulsan. Una pareja de cantantes (él con un órgano electrónico que hacía las veces de toda la banda, y ella vocalista) cantando en un bar a unas siete personas que no les escuchaban, canciones de Abba y (¡herejía!) Sade. Una imagen curiosa, en la Corea profunda, encontrarse una pareja blanca cantando melodías occidentales de los 80s y 90s. Y uno se pregunta cómo
han acabo en aquestos lares, el porqué están aquí, cómo han llegado. A veces uno todavía se sorprende de ver Rumanos tocando en las calles de Tarragona, pero a fuerza de verlos nos acaba pareciendo algo normal.
Pero en Ulsan, la imagen no parecía normal en absoluto. Y posiblemente, por el hecho de ser blancos como yo, me haya preguntado sobre ellos. El porqué, el cómo, el quienes. Si estarán casado, o arrejuntados, o serán simplemente pareja artística. El si tienen agente (y si lo tienen, cómo diablos les ha buscado trabajo en Ulsan). El si tendrán un futuro o serán una de esas parejas musicales que seguirán cantando en hoteles de mala muerte hasta que se cansen o se peleen.
Me recordaban terriblemente al Bar de Sam, en la película Casablanca. Un lugar de mala muerte, en un lugar alejado del mundo (al menos del mundo que nos importa), y una pareja cantando a un público que no quiere que le canten. Una imagen decadente y romántica. Tócala otra vez, Sam. Pero por favor, esta vez que no sea «Chiquitita», que me destrozas la imagen bucólica.